martes, 9 de febrero de 2010

Mi Fantasía



Me imaginaba en un bosque verde, como de primavera-verano. Árboles majestuosos, ramitas de flores por todas partes, miasma montañera, humedad. Al lado, un río que susurraba pureza y frescor. Tú estabas bañándote y jugando con las piedras. Te sentías confuso y enfadado, pues yo me escapé de ti, dejándote sin ropa y sin coche. Estaba oscureciendo, casi. Los grillos formaban coros; otros preferían vagar solos, cantando sus penas. La brisa era suave y dulce pero conseguía cosquillar a las hojas que se alteraban enseguida. Pronto, podías observar como los pájaros se retiraban sin prisa hacia sus nidos, dejando de tocar exquisitas melodías. Las luciérnagas se abrían el paso, iluminando el camino. A ti, todo esto, te parecía un mundo encantado, porque nunca te detuviste para contemplarlo y ahora te sentías parte de ello, viviéndolo.
Al crujir una pequeña rama a tus espaldas, te volviste como un lobo que se le interrumpe en la cena, queriendo vengarse pero, era yo. Me detuve. En tu mirada, pude distinguir el fuego del cabreo y a la vez, el de la pasión. Vacilé. Me di la vuelta rápidamente y tú saltaste del agua para atraparme pero yo rompí a correr, soltando un grito de alegría y riendo a carcajadas. Esto te intrigó y te hizo sentir mas rabia, así que decidiste correr detrás de mí para cogerme y darme una lección. No te hizo falta mucho tiempo, aunque soy buena atleta.
Por fin me tenías en tus manos. Te sonreía burlándome. Tu mirada había cambiado. Se podía leer: satisfacción, poder y dominación.
Sujetabas mis manos. Yo notaba tu fuerte y agitado pecho en mis espaldas. El corazón te latía con fuerza. Empezaste a soplarme en el cuello, muy cerca de la oreja, llevándome despacio hacia un árbol y empujándome con la pelvis . Yo me dejaba llevar. Me excitaba la situación. Cuando llegamos, me levantaste los brazos, inmovilizándomelos con tu mano. Con la otra te quitaste un collar primitivo, que parecía fresco y confeccionado con pequeños hilos naturales. Lo habías hecho tú, esperándome. Yo te miraba de reojo intentando comprender lo que tramabas. Sacudiste el collar y noté las pequeñas cuerdas que estaban enrolladas a su alrededor. Me estaba poniendo nerviosa y traté de escapar revolcándome con desesperación, pero conseguiste reducirme mordiéndome la nuca. Tu pierna sujetaba las mías mientras me atabas las manos a una rama robusta. Después te alejaste con velocidad. En mi voz se podía adivinar la rabia, pidiéndote que vuelvas y me desates pero volviste con más cuerdas para atarme los pies, y con una fusta…
Recibí un azote en mi trasero y me dijiste que si no estaba quieta, recibiría más. Obedecí.
Te acercaste más a mi cintura, hasta hacerme notar que te complacía aquello. Tus dedos desabrochaban los botones de mi pantalón, introduciendo luego, la mano en mis braguitas. Yo respiraba un poco mas de prisa que antes, anhelando mas, pero te detuviste para quítame la ropa. Me diste la vuelta para levantarme la blusa y ver mi rostro, que se confundía con la timidez y el descaro, pensando que eso era extraño pero me gustaba. Tú gozabas, admirando mi cuerpo desnudo, indefenso y derretido por el deseo, viendo como mis pechos percibían tu presencia.
La boca se te había secado y arrimaste tus labios a los míos, tocándolos con ternura. Yo gemí abriendo levemente la boca, sacando la punta de la lengua, fundiéndome con tu beso. Fue breve, después retiraste tu cara bajándola hacia los senos. Me mordiste delicadamente un pezón y luego succionaste. Aquello provocó la erupción de mi volcán que brotaba lava dulce, escurriéndose despacio entre mis muslos. El temblor se apodero de mi organismo. No parecías sorprendido y te paraste para atarme las piernas que te habían rodeado ya. Después de hacerlo te encendiste un cigarro para que fumásemos los dos mientras acariciabas mi cuerpo con la yema de los dedos. Por un momento, sentí como me penetrabas con el cordial, mirándome sin vergüenza alguna. Yo bajaba la cabeza para que no vieras mis reacciones, entonces tu, aflojaste la cuerda para que me sentara de rodillas. Me resistí pero me empujaste los hombros hacia abajo y tirando mí pelo, consiguiendo que me arrodillase ante mi amo. Enfadada, volví la mirada a otro lado pero tu cogiste mi barbilla, la levantaste hacia ti, me acariciaste la mejilla y me dijiste: ‘’¡chupa querida!’’.
Negándome, recibí dos azotes mas, cabreándote. Vacilaste con una sonrisa agria, me cogiste por los pelos y me guiaste hasta tu sexo. Lo tenía delante de mis narices. Tocaste mis labios con la punta del capullo y cuando los notaste, en ti había despertado un deseo frenético de que te la comiera y, finalmente, me la metiste casi toda en la boca. Gemiste silenciosamente. Yo también. Me gustaba aquello y cada vez lo hacia con mas alevosía.
Después de un tiempo, paramos, me levantaste y me colocaste con violencia y con la cara hacia el árbol.
Estabas curioso por probar mi sabor. Empujaste mi espalda hacia abajo, levantaste mi cintura y te arrodillaste detrás de mí, mordiéndome y pegándome las nalgas. Me quede sin respiración al sentir tu húmeda lengua, jugando en la parte mas prohibida de mí ser. Soltaba gemidos, aullidos de intenso placer, respiración escandalosa. En mi cabeza no había nada más que pura felicidad, infinita.
Seguía en la misma posición cuando te levantaste de repente. No aguantabas ni un segundo mas, parecía que ibas a explotar por todas partes. Cogiste mis pechos en tus manos frías. Estaban calientes y muy tensos. Con los dedos, frotaste los pezones que se estaban preparando para la guerra. Al poco rato me desataste los pies y me diste la vuelta, sin hacer caso a mis brazos. Rodeaste mi cintura hasta llegar con las manos bajo mi trasero. Separaste las nalgas, levantando levemente mi cuerpo, para que puedas penetrarme con potencia, haciendo que mi espalda se estampara en el tronco del árbol áspero. Deje escapar un rugido de gloria sin pensar en mi piel lastimada por la corteza. Sentía el dolor y el goce a la vez. Aquello hizo que la locura conquistara mis sentidos, consiguiendo dejar mis manos en libertad condicionada, agarrándote del pelo.
Una vez dentro, empezaste a descargar tu furia, bailando en mi y yo contigo. ‘’¡Oh! Si. Je voie la vie en rose!’’
Mis uñas sentían la necesidad de clavarse en tu piel pero, para no arañarte, se hundieron en nuestro salvaje cómplice.
Nuestras bocas se juntaron nuevamente. Te sentía más que nunca y en poco tiempo llegamos al victorioso clímax, transformándonos en un único ser, gimiendo al mismo ritmo, exhaustos y agotados.

1 comentario:

  1. Almas gemelas como un pálido y breve reflejo de luna
    Almas gemelas como dos simples y perfectas gotas de agua
    Almas gemelas que sin quererlo, lo son
    Almas gemelas que sin buscarse, se encontraron
    Almas gemelas que sin mezclarse, se complementaron
    Almas gemelas que sin estar atadas, están unidas
    Almas gemelas en una misma Oscuridad
    Almas gemelas compartiendo Deseos Oscuros
    Almas gemelas mezclando deseos ardientes
    como un eclipse de pasión en cada noche
    como un suspiro intenso en nuestra Oscuridad
    como dos diamantes que brillan a la par
    Almas gemelas como un reflejo de vuestras almas
    Almas gemelas sin ser soñadas ni imaginadas
    Almas gemelas con una intensa complicidad
    Almas gemelas, por ayer, hoy y siempre
    unidas en una misma Oscuridad

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